Agustina Saubidet B. Nací en Buenos Aires en 1977. Fui al colegio Lenguas Vivas del barrio porteño de Retiro, primaria y secundaria. Colegio público y tradicionalmente convervador, del que conservo dos cosas: un conocimiento profundo de la gramática del francés y el castellano y una frase dicha por mi profesora de latín “marido rico, Saubidet”, que tuvo en mí efectos absolutamente reactivos. Desde los 14 años definí mi repertorio musical para cantar: música brasilera, y con los años le agregué el aprendizaje de la percusión que la acompaña (pandeiro, surdo, tamtam y tamborim) y que comparto con mis amigos

En 1995 ingresé a la Universidad de Buenos Aires y en el 2002 egresé de la carrera de psicología con diploma de honor, del que sólo pude sacar algún provecho recién quince años después. Luego viajé a Francia con la esperanza de encontrar el Paris de Cortázar y la brillante universidad de Paris 8. Tres meses después volví a Buenos Aires con el deseo de reencontrar miradas cálidas en las calles y menos indiferencia. Algo de mi cuerpo se había enfriado.

En paralelo a la carrera estudié traductorado de francés, que no terminé por falta de tiempo y de deseo. Desde los 19 años hasta los 30 años trabajé en diferentes empresas privadas en el área de administración y finanzas, lo que me permitió desde aquel entonces pagar un alquiler y vivir sola desde los 21 años, sin deberle nada a nadie; aunque desde que me recibí en paralelo comencé a atender pacientes y a formarme como psicoanalista, especializándome en incesto (consecuencias clínicas de mujeres abusadas en su infancia). Cuando vi que podía vivir de atender pacientes, renuncié a mi trabajo en relación de dependencia en el ámbito privado. Un salto del que no me arrepiento. Ser tu propio jefe es una buena salida laboral.

El amor siempre fue un problema. No creo en las relaciones eternas, ni creo que haya que soportar “al amor”, creo más bien en las monogamias breves, “hasta que nos deje de hacer bien” un slogan que siempre digo y hasta el día de hoy sostengo. Cada profundo dolor amoroso me llevó a refugiarme en el estudio, tanto en el ámbito académico como en el artístico, sin llegar nunca a decidirme por uno sólo de esos rumbos. Así fue como, un poco para demostrárselo a él y otro poco para demostrármelo a mí, ingresé en el 2015 a la Maestría en Psicoanálisis. Estaba segura de que era el momento de sistematizar 15 años de investigación sobre el abuso intrafamiliar y que escribir sobre eso era necesario. Al terminar la cursada llegué a una real conclusión: “el discurso le gana siempre al amor”.

En el proceso de escritura de la tesis fallece mi padre, uno de los golpes más difíciles, aun me cuesta creer que no ya no está. Papá era uno de esos hombres de ciencia que sabían de todo. Llegó a ser titular de cátedra y profesor de postgrado en ingeniería y en arquitectura. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de estas marcas académicas en mí, a pesar de dar clases en la facultad de Psicología desde el 2003, en una materia que amo Problemas antropológicos en psicología, pues en ella de conjugan también el amor a la filosofía transmitido por mi madre.

Siempre me resultó natural y hasta lógico ser profesora universitaria. Pocas veces tomé conciencia de la importancia de ese lugar. Para mí era natural que se hablara más de una lengua, que se supiera de política o de sociología… esa ingenuidad con la que se educa a cierta burguesía. Con el tiempo comprendí que mi formación tanto escolar como familiar y académica le habían dado a mi cabeza un montón de herramientas y que la desigualdad mayor en una sociedad es que esas herramientas no son para todos y que justamente trabajo mucho para que esas herramientas sean para todos…Unos de mis mayores sueños. Por eso suelo dar cursos en hospitales y colaboro como supervisora en varios equipos de residentes de capital y del gran Buenos Aires.

Desde chica tuve muchos problemas de aprendizaje a causa de una dislexia jamás tratada, ni diagnosticada con seriedad, producto, se cree de que soy ambidiestra, lo cual si bien da muchas ventajas, también determina muchas desventajas. No sé distinguir la derecha de la izquierda y algunos instrumentos los toco como surda y otros como diestra, lo que desorienta a varios de mis maestros. Mi parte izquierda del cuerpo es la que lleva el ritmo, mi parte derecha es lógica de pulso militar y racional. Cuando un lado se equivoca, el otro salta para compensarlo, lástima que en ese proceso las cosas quedan invertidas .

Gracias a todas esas herramientas pude superar y incluso pude incorporar en mi cuerpo, otra lengua más: el portugués, gracias a la música.

La fotografía y la escritura se despertaron en mí, también desde muy chica, y me acompañaron a lo largo de la vida. Lástima que ahora la escritura académica no suele dejarme ni tanto tiempo ni tanto deseo como para hacerlo, tan solo espero que cierta sensibilidad de conserve.

Desde muy chica bailo, casi todos días, solo dejo de bailar cuando convivo con alguna pareja. La convivencia que más duró fue de dos años. A veces, es difícil compatibilizar tantos mundos cuando muchos hombres sólo esperan de sus mujeres que estén a sus pies adulándolos. Yo prefiero, a veces bailar sola mirando el cielo y sintiendo la música, sin que no haya nadie en el espacio percibiendo ese momento. No conozco tantas hombres que respeten las pasiones de sus mujeres y menos que las estimulen. Lo que me produce mucha tristeza y de a poco se va, en silencio, se va apagando mi deseo.

Actualmente estoy terminando el doctorado. Gané una beca para culminarlo gracias a varias publicaciones y algún que otro premio, pero sin traicionarme. Investigo sobre lo que incomoda, escribo sobre Marx y el psicoanálisis, sobre el complejo de Edipo y Lacan, sobre Deleuze y Lacan e investigo sobre la vida y la obra de otras versiones de mujeres menos histéricas y más libres, como Cixous, Héritier, Lou Salomé, Delfina Molina y Vedia y Diótima… esas mujeres que la historia del pensamiento occidental suele olvidar.

Ah y lo último, a pedido de la diseñadora de la página, Carlita a la que quiero mucho. Le agrego una B a mi nombre (inicial del apellido de mi madre, Bourel) no tanto para hacerme la cool o la aristocrática, sino porque hay otra Agustina Saubidet que no sólo estudio psicología en la UBA, lo que me ha traído varios problemas administrativos, sino que también, en su adolescencia trabajó en televisión con Cris Morena y hasta el día de hoy nos confunden: a ella le adjudican cosas mías (fake news y paja por investigar seriamente) y a mí, me preguntan por cosas de ella.

No, no estuve en Jugate conmigo, soy la otra Agustina Saubidet, la que estuvo en la morgue cuando fue lo de Cromagnon, hecho del que no hablo casi nunca, pues hasta el día de hoy, la voz se me entrecorta y apenas me deja escribir alguna que otra poesía.